jueves, 5 de marzo de 2009


Esta intervención de ados era un juego literal con los sentidos, la vista y el olfato se enfrentan a una realidad que les iba a confundir.

imaginen esta situación: un pasillo subterráneo, debajo de una carretera, con el consiguiente ruido de los coches, sus paredes están sucias, los fluorescentes del techo están rotos, en los laterales se apilan las colillas junto con las bolsas de desperdicios, impregnando el lugar con un olor nauseabundo,… y ante este panorama las plantas trepadoras reclaman lo que en otro tiempo fue suyo.

Ante esta descripción, ¿no querrían cruzar ese lugar lo más rápidamente posible?, ¿no les invadiría una sensación de miedo, angustia o rechazo?.

Pero y si cambiásemos el olor de ese sitio?, Si el aroma fuese de brisa marina, nuestra mente no lo encajaría, nuestros sentidos estarían desconcertados ante la contradicción, nuestra vista nos transmite la impresión de un lugar sucio, peligroso; nuestro oído registra que el lugar es ruidoso y desagradable, y el tacto afianza la sensación de suciedad, pero en cambio nuestro olfato contradice todo lo captado anteriormente. Así pues, lograremos despertar un interés perdido.
Bautizada bajo el título “yuxtaposición sensorial”, porque a diferencia de los otros procedimientos, la yuxtaposición no utiliza nexos, sino pausas o signos gráficos de puntuación en la lengua escrita para relacionar dos proposiciones. Eso hace que con frecuencia sea ambigua, y dé lugar a interpretaciones sintácticas distintas; y es precisamente con esa ambigüedad con la que queremos jugar en esta instalación.